A lo largo de nuestras vidas hay muchas paradojas y ahora más que nunca, una de ellas es la distancia.
A finales del mes de marzo hablando con mi madre por el teléfono me comentó que le dolía mucho la cadera izquierda, la espalda y también el cuello. Me sorprendió bastante, porque mi madre es una mujer muy activa sin dificultad de moverse. Ella sabe a qué me dedico, pero nunca había tomado clases conmigo. ¿Por qué? Porque nunca encontramos el tiempo. Cuando viajo a la República Checa a visitar a mis padres, siempre hay tantas cosas que hacer y nunca es el momento.
Esta vez mi madre no pudo elegir, era una obligación de mi parte. En pleno confinamiento y separadas 3 mil kilómetros. Quedaba solo una opción, clases de Bowspring vía online.
Empezamos con unas pequeñas dosis de media hora tres veces a la semana durante las primeras semanas. Después de dos semanas desaparecieron todos los dolores. Así que la prueba a nivel físico estaba superada en poco tiempo, pero continuamos con estas pequeñas ¨dosis¨ unas semanas más.
¿Y a nivel mental y emocional?
Todavía mejor. Estuvimos más cerca que nunca, a pesar de tanta distancia. La distancia de kilómetros realmente no es importante, es nuestra mente que le da tanto valor y tanta importancia, pero con todas las tecnologías que tenemos a mano, podemos estar más cerca. ¿Porqué? Pienso que es porque nos centramos más, nos juntamos con un fin concreto, nos respetamos más y de esta manera escuchamos y hablamos desde el corazón, no solamente porque nos juntamos y hablamos de cualquier cosa, sino que le ponemos una intención. En mi caso era la intención de sanar y confiar en todas las herramientas que utilizo en mis clases, de esta manera
el corazón de la hija se acercó más al corazón de su madre y al revés.
Se entendieron a un nivel muy distinto al habitual, se encontraron en un nivel espiritual gracias a la magia del yoga en su sentido filosófico.